HOTEL OHLA *****
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- Via Laietana, 49, 08003 Barcelona
- Año
- 2011
La construcción de la casa de Heribert Salas (1926 – 2011), en la Via Laietana 49 de
Barcelona en el año 1926, nunca se pudo considerar como un proyecto acabado, y es que
el encuentro del que en aquel entonces se consideraba un edificio moderno en el tejido
de Ciutat Vella dejó heridas que han tardado más de 80 años en cicatrizarse.
Mientras tanto, esta esquina estratégica ha tenido múltiples usos... Unos grandes
almacenes que acabaron dando nombre al edificio (el primer gran almacén nacional, Casa
Vilardell), la comisaría de policía... y ahora, un hotel.
La llegada de la propuesta de hotel para este edificio emblemático de Barcelona fue
acogida en el despacho como una oportunidad excepcional de acabar el cosido de la Via
Laietana con la calle Comtal, que en su día se había dejado sin solucionar, como una
fachada medianera y opaca de 6 plantas de altura, a la vez que requería una intervención
más contundente que un sencillo lavado de cara.
El uso hotelero en el siglo XXI tiene poco que ver con un edificio de viviendas del siglo XX,
y el encaje de un programa complicado, junto con la necesidad de conseguir un mínimo
de plazas de aparcamiento demandaba el derribo del existente, conservando lo necesario:
la fachada.
Así, gracias a una estructura portante que dejó la fachada suspendida en el aire durante
un año, conseguimos dotar al conjunto de 3 plantas subterráneas: una destinada a salas
de convenciones y servicios hoteleros, una de aparcamiento, y una tercera para depósitos
de agua.
El resto de plantas se articulan alrededor de la escalera principal, que conserva el trazo
del original, y da cabida a un restaurante y a un bar en la planta baja; la recepción y un
restaurante en la planta altillo; y 72 habitaciones, 12 por planta (4 de las cuales son
junior suites), de la planta 1ª a la 6ª.
La forma casi circular de la planta hace que todas las habitaciones sean diferentes, no
sólo en planta, sino también en las visuales, que van desde el Palau de la Música, el
puerto al final de la Via Laietana, hasta los callejones de Ciutat Vella.
La cubierta queda dividida por una logia coronada por una cúpula que acoge una gran
suite divisible en 2 habitaciones. En el lado que está frente a la calle Comtal se dispone
una impresionante terraza con vistas excepcionales y una piscina espectacular cerrada por
dos laterales por paredes de vidrio. Una quinta fachada con vistas espectaculares de la
ciudad de Barcelona a 360º.
Pero quizás, uno de los aspectos más interesantes del proyecto es el diálogo que se
establece entre las dos fachadas: la neoclásica sobrecargada y limpia de la Via Laietana
con la de nueva planta, sencilla y oscura, en la cara posterior de la calle Comtal.
Esta nueva fachada, junto con la del interior de la manzana, visible desde la calle, dibuja
una geometría ordenada y limpia que, con ventanas de proporciones verticales desdibujan
un desorden reglado y ligan la arquitectura vernacular de la calle Comtal con el clasicismo
de la Via Laietana.
La oportunidad de crear un punto de referencia en la ciudad uniendo arte y arquitectura,
buscando un discurso que fuera más allá del simple hotel y continuando con el hilo
argumental entre lo existente y lo contemporáneo, nos empujó a contactar con Frederic
Amat e invitarlo a hacer una intervención que dotase al conjunto de una fuerza que va
más allá de la arquitectura.
En este sentido, el muro de ojos actúa como un ejercicio de acupuntura que se escapa de
su ámbito inicial para unir las dos fachadas, dotando al conjunto de una fuerza expresiva
monumental y contemporánea vinculada a los referentes tradicionales de la ciudad, tanto
en el recurso como en el material.
La suma de arquitectura y arte da como resultado un producto totalmente opuesto al
concepto de “no lugar”. El hotel Ohla sólo puede estar en Barcelona, delante del
Mediterráneo y, en época de crisis marcada por la falta de referentes, el Ohla se alza
reivindicando nuestra ciudad como referente global. El modelo “Barcelona” en todo su
esplendor: respeto al pasado pero innovación en el producto final.
Este contraste entre opuestos se traslada al interior del edificio. El blanco y el negro, lo
duro y lo suave, lo oscuro y lo claro contrastan en planta en las habitaciones, en sección
en el restaurante...
Todo el interior del edificio se trata con la máxima simplicidad posible, apoyándose
únicamente en la calidad de los materiales empleados en los acabados, con una
iluminación muy discreta y utilizando siempre los mínimos elementos posibles.
Destaca el uso de la luz como separador de espacios, tanto en los baños de las
habitaciones, entre los dos restaurantes y en los vestíbulos de entrada.
En las habitaciones, el contraste se lee en diversos planos: por un lado, lo suave y cálido
del área de los dormitorios contrasta con el oscuro y duro de los baños. La diferencia
tanto de materiales como de luz permite que la separación entre estos dos elementos no
necesite ser física.
En los restaurantes en cambio, la separación se consigue gracias a un sofisticado filtro de
luz, a base de tela de acero inoxidable que, bañado con leds brilla, de manera que el
restaurante del altillo pueda ver todo lo que pasa a su alrededor sin ser visto, un potente
envoltorio para un restaurante de altísimo nivel gastronómico (SAÜC).
Todo ello cierra un proyecto de 5 años basado en la complicidad de una propiedad (Aqua
Hotels) que ha compartido desde un principio la visión de un proyecto que busca la
transcendencia más allá del concepto hotelero y que, en tiempos difíciles, apuesta por el
equilibrio entre calidad, vanguardia y respeto al pasado como claves de futuro.